Capítulo
Tres
Viaje a las Estrellas
Escrito por Dark Juliet
Madison no deseaba pasar más tiempo con esa gente, simplemente sentía que eso le asfixiaba y si a esa sensación le agregamos el peso del libro…así que decidió que lo mejor sería que se marchara a su cuarto, ¿pero cómo hacerlo sin tener que mentir? Así pues que se dirigió a la mesa donde se encontraban sus padres con la perfecta de su hermana y dándoles un beso a cada uno se despidió sin darles oportunidad de preguntarle el motivo de su pronta ida.
Iba caminando rumbo a su habitación cuando
alguien la detuvo por un brazo, era de todos conocido que Mady odiaba que la
tocaran, vamos que solo se lo permitía al abuelo, además de que jamás se
permitía ser alcanzada. Volteó con violencia, no se relajo al ver quién era.
—Charles… ¿qué quieres aquí? —Madison se
soltó de su agarre— si estas buscando a mi hermana, déjame decirte que esta con
mis padres
Charles comenzó a reír, Madison entrecerró los
ojos sin dejarse amedrentar por el hombre al que apenas le llegaba a la
barbilla.
—Yo sé donde esta tu hermana, quería verte a
ti
—¿Y por qué?
Charles la sujetó por los brazos y la
aprisionó contra la pared, levantándola hasta dejar su cara a la misma altura
que la suya. Madison sintió una corriente de energía cruzando su cuerpo, sabía
que pasaría si la dejaba salir.
—Hable con tu hermana…
—Creo que hicieron algo más que hablar —Madison
interrumpió su comentario al ver la expresión del chico— no es que a mí me
importe, pero deja decirte que no me gusta lo mismo que a mi hermana, así que
pierdes tu tiempo… —se mueve violentamente para zafarse de su agarre, algo que
no consigue con mucho éxito-— déjame ir.
Madison vio como se acercaba la boca de
Charles a su cuello, no quería herirlo; se encontraba en esta disyuntiva cuando
los brazos de Charles se aflojaron y ella cayó al suelo, aterrizando en su
trasero.
—Mady, Mady, ¿qué haré contigo?
Madison escuchó, más que ver a su hermana, no
fue sino hasta que la tuvo enfrente que se animó a alzar la mirada.
—¿Ibas a permitir que él te hiriera con tal de
no herirlo? — Maritxell se agachó sólo para ayudarla a ponerse de pie—, no te
volveré a salvar de nada ni nadie a menos que empieces a usar tu maldita
cabeza, ¿lo has entendido?
Madison asintió sin decir una palabra y
soltándose de su hermana se alejo de ahí, sin querer ver cuál sería el castigo
impuesto a Charles.
Maritxell observó la silueta de un
inconsciente Charles, le había servido hasta hace unos momentos, pero no por
eso le dejaría marcharse sin obtener un castigo, después se encargaría de su
hermana. Era el precio que tenía que pagar por ser ella, era el precio de la perfección
y ella estaba dispuesta a pagarlo.
La fiesta estaba en su apogeo, pero para
Maritxell solo era una noche más, ella merecía ese viaje y no lo perdería por
un idiota que deseaba desahogarse con gemelas y mucho menos con la gótica de su
hermana que no podía deshacerse de él. Como siempre, ella se encargaría de
todo.
Madison llegó a su cuarto, dispuesta a
acomodar el bendito libro en su equipaje, sabía que su hermana no lo leería
nunca así que ni siquiera importaría si no lo llevaba, estaba a punto de
dejarlo fuera de la maleta cuando algo oprimió su pecho.
—De acuerdo, lo llevaré —murmuró entre dientes.
—¿Ahora ya hablas sola hermanita?
—No deseo pelear Calliope, quiero dormir y eso
es lo que voy a hacer cuando pueda cerrar esta pesada maleta
Maritxell la dejo sola, poco después de la
media noche, ambas dormían tranquilas en sus camas.
Los días hasta que pudieron subirse al avión
les parecieron interminablemente eternos a ambas hermanas, pero por fin ya era
tiempo de ir rumbo a la nueva aventura, o eso era lo que todos les decían al
despedirse. Para las gemelas era sólo una franja más de libertad.
El viaje hasta la escuela fue largo pero nada
más entrar, el cansancio fue lo último en la mente de las dos muchachas. Había un chico, pero no era cualquier chico,
era el más maravilloso del mundo. Jamás habían visto algo así, se encontraba
haciendo deporte, corriendo más específicamente y era obvio que era popular.
Maritxell sonrió a la expresión perpleja de su
hermana.
—Ni lo pienses hermanita, está fuera de tu
línea.
Madison no dijo nada y caminó hasta la oficina
donde les darían la llave de su habitación, con suerte la alejarían de ella
totalmente durante los próximos cuatro años. Pero como todo en la vida de las
gemelas, nada les salió como lo esperaban, tenían que compartir habitación sin
opción a cambio y toda por la divina intervención de sus padres.
No es necesario señalar que las hermanas
detestaron su suerte aún más que el día en que decidieron ser enemigas.
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