domingo, 18 de octubre de 2015

Vestido de Novia by Felin - One Shot

Vestido de Novia

By Felin




Era una noche fría…

Una noche fría y lluviosa…

Una que me hacía recordar mi miseria…

Una que me hacía recordar que ella ya no está conmigo.

Han pasado ya cinco años desde que me tuve que despedir de ella y noches como esta me recuerdan aquella noche trágica que si no hubiera sido por el maldito y odioso tráfico, quizá yo hubiera llegado a tiempo y ella no me hubiera estado esperando casi una hora bajo aquella parada del autobús resguardándose de la lluvia mientras llegaba por ella.

Maldita la hora que en la mañana cuando nos despedimos le pedí que usara el anillo de compromiso que seis meses atrás le había dado y ella por temor lo llevaba colgado siempre en una cadena fina de oro blanco que colgaba de su cuello ocultando el pequeño diamante rosa que tenía el anillo que había dado comienzo a los planes para nuestro futuro.

Muchos creyeron que se lo había entregado hace tan solo un mes cuando lo hicimos oficial con una pequeña cena donde nos acompañaron amigos y familiares cercanos y desde hace dos semanas no paraban de preguntar si habíamos tomado esa decisión porque ella ya tenía dos meses de embarazo. Dejamos que creyeran lo que ellos quisieran ya que por más que dijéramos que no, jamás nos creerían. Para cuando les dimos la notica ya estaba todo listo: vestido, banquete, iglesia, el juez. Yo fui siempre de la idea de que no era hombre para el matrimonio pero cuando la conocí hace casi nueve años supe que estaba equivocado. Me llevó mi tiempo convencerla que se fijara en mí y después de casi dos años juntos vivimos juntos, lo que nos llevaba a dar el siguiente paso. Ella hubiera preferido un picnic romántico o algo así aquel día, era tan sencilla que jamás me exigió nada. Y yo con ganas de gritarle al mundo mi felicidad eché la casa por la ventana y hasta mimos, juegos pirotécnicos y un cuarteto de cuerdas, a pesar de todo el show, fue un momento romántico e ideal.

Faltaban solo diez días para el gran día y por eso le pedí que usar el anillo que por temor ella no quería usarlo. Yo insistí y esa misma mañana se lo volví  colocar en su dedo.

Un asalto. O es lo que me dijeron

Una agresión que se llevó cruelmente su vida y la de mi bebé.

Su cuerpo ultrajado fue encontrado doce horas después llenas de una agonía donde me culpaba de lo sucedido.

Cinco años que no he podido dormir, comer, ni hacer nada… solo deambular como zombie  haciendo las cosas mecánicamente y mi único consuelo era llegar a nuestro apartamento que ella había decorado, donde aún estaba su esencia y me negaba a cambiar aunque fuera un alfiler.

Noches como estás me ahogo en el alcohol hasta que pierdo la conciencia. Y soy despertado en la madrugada con el susurro de su dulce voz:

—Amor, tengo frio… —desliza un pequeño beso en mi mejilla— hazme un hueco en tu cama.

Este dialogo fue constante las últimas semanas que estuvimos juntos, ya que habíamos decidido que hasta que no estuviéramos casados, seriamos solo compañeros de piso, ya que llegado ese día estrenaríamos aquella casa que le había comprado y que hoy está abandonada, ella era la que me había pedido esta “separación” para poder iniciar con el pie derecho nuestra vida de casados. Pero ella siempre se escabullía en mitad de la noche a mi habitación para que durmiéramos abrazados.

Desde hace cinco años, esto sucede con frecuencia, yo me despierto a la mañana siguiente frío de pies a cabeza abrazando su vestido de novia. Con la mente nublada me levantaba a darme una ducha y me marchaba al trabajo. Mi nana era la que se encargaba del cuidado de la casa, de mantenerla limpia y con la despensa llena. Era a la única que no había podido alejar de mi miserable vida.

Está noche se escabulló en mi cama, no llevaba su pijama habitual, llevaba su vestido de novia puesto, era hermosa, se veía hermosa.

—He esperado tanto para usar este vestido para ti —me dijo mientras yo la abrazaba.

Y hasta ese momento lo recordé: Ella fue enterrada con ese vestido.





miércoles, 2 de septiembre de 2015

Debilidad: Desvaríos de una Bruja Enamorada by Felin (one shot)

Debilidad:
Desvaríos de una Bruja Enamorada



By Felin

Anoche soñé contigo. Soñé que me amabas. Soñé que yo era suficiente. Soñé que…

Pero al despertarme hoy, me di cuenta que solo fue un sueño. Y ahora que lo pienso, quizá fue un muy mal sueño.

¿Quién en su sano juicio desearía estar con un gilipollas como tú?

Es cierto, tienes un cuerpo que wow, si con la tela encima te ves tan apetecible, sencillamente se me hace agua la boca de imaginar tu piel dorada en toda su plenitud, sin ninguna barrera que se interponga en mi camino y bloquee mi mirada al tiempo que con mi mano recorro cada centímetro de tu piel mientras intento grabar en mi memoria cada sensación, cada choque eléctrico, cada sentimiento que despiertas en mi como un tatuaje permanente que me acompañará hasta el final de días. Y hacer el mismo camino con mis labios —como muchas veces lo he hecho y siempre es como la primera vez—, y detenerme en ciertos puntos sensibles y succionar y chupar fuertemente hasta que me pidas que no me detenga, que grites mi nombre entre jadeos porque tu corazón late a mil…

Pero, ¿qué demonios estoy diciendo?

Y tú, eres un perfecto imbécil que no tienes corazón. Me lo has demostrado más de una ocasión y no te mereces que tenga aunque sea un insignificante pensamiento, lujurioso, apasionado donde entras en mí mientras yo…

«¡Basta!», me recrimino a mí misma por mi debilidad.

Me has hecho demasiado daño y lo único que yo debería pensar es pagarte con la misma moneda, tratarte y hasta humillarte como tú lo has hecho conmigo tantas veces que he perdido ya la cuenta.

Pero, con un único pensamiento hacia ti, mi cuerpo y las malditas hormonas —que hoy deben estar más locas que de costumbre— me hacen cambiar de parecer y lo único que puedo hacer es imaginarte: arriba, debajo, por atrás, hincado, sentado… y yo a tu lado. Para que mentirme a mí misma si a tu lado me has hecho la mujer más feliz del mundo… ojo, en ningún momento he dicho amada, satisfecha sexualmente sería más la palabra adecuada para definir nuestra relación si es que existe alguna, porque el que tengamos relaciones no es lo mismo decir que estamos en una relación.

Debí haberte hecho caso cuando la primera vez me dijiste que no me involucrara contigo que me lastimarías más de lo que cualquiera lo hubiera hecho, pero mi arrogancia no me dejó irme cuando podía. Con el pensamiento estúpido de:  «yo controlo mis sentimientos y decido a quién, cómo y cuándo  entregarlos», y entonces caí redondita en mi propia trampa y hoy estoy estúpidamente enamorada del idiota más grande del mundo que ve en mí solo una especie de muñeca, juguete lleno de celulitis y grasa con la cual follar cuando te plazca y que en público ni siquiera me das un saludo porque te da pena que te relacionen conmigo…

—¡Pero que idiota más cabrón! —Grito sin recordar donde me encuentro en este momento.

—Señorita Betancourt —me dice mientras se acomoda sus anteojos mientras me dirige una mirada que si fueran cuchillas mi madre en estos momentos no me podría reconocer— parece que tiene un punto bien definido sobre el tema… —«maldita mierda» estoy en clase de sociología— pero, ¿Qué le parece si explaya su punto de vista sobre Durkheim a toda la clase?

Me quiero morir…

No sé en qué momento perdí la noción de tiempo-espacio y lo único que he hecho la última hora es ver el perfil más perfecto y…

—Lamento mí… —digo tartamudeando ante mi torpeza y me descuido.

Siento vibrar mi celular en mi bolsillo, agradeciendo haber recordado quitar el sonido. Una vez que el profesor Álvarez da media vuelta y continua la clase, lo saco y para mi sorpresa hay un mensaje de él.

«Cuando tartamudeas, te ves sexy y me recuerda cuando estás debajo de mí, ¿hoy a la 5 en mi depa?»

Sonrió de anticipación y con dedos temblorosos le escribo:

«A las 6, si estás de acuerdo, salgo a las 5.30».

Lo volteo a ver y me sonríe mientras con un movimiento de cabeza me confirma el cambio de horario.

Mentira que salgo a esa hora, pero tengo que depilarme, quizá ir a comprar un conjunto nuevo y…



Muchas veces me he repetido, no lo vuelvo a hacer.
¿A quién pretendo engañar?


Abrir los ojos y pensar: ¿Otra vez no? En verdad no es la mejor manera de iniciar un nuevo día. Así que debo rebobinar el cassette y verlo desde otro punto de vista.

Trabajar en el inframundo y elegir el castigo por el cual las almas en pena que han caído cada día será su tarea de hoy en adelante hasta la eternidad, no es el mejor trabajo del mundo.
Yo imaginaba que un trabajo así sería excitante.

Realmente estaba equivocada.

Durante casi veinte años yo estuve sentada detrás de un escritorio juzgando, castigando, aprovechándome, burlándome, analizando de manera arbitraria a cuanto estudiante a mi acudía por un consejo, por una orientación sobre sus problemas personales o de estudio. Le vi la cara a sus padres que mientras me hablaban buscando un apoyo yo en mi interior repasaba las compras que tendría que hacer, tarareaba alguna canción en mi mente o planificaba el resto de mi semana. Siempre con una enorme sonrisa en mis labios mientras asentía.

Durante estos veinte años como consejera y psicóloga en el instituto hicieron mi vida vacía mientras se iba de mis manos detrás de ese insulso escritorio. Mi vida era tan aburrida, estaba sola y en algún momento creí que encontraría que hacer, algo que me llenara que me hiciera sentir viva, que me indicara que estaba en el camino correcto. Lo que se supone que yo debería hacer por ellos.

Jamás creí que aquella chiquilla fuera capaz de hacer eso. No creí que estuviera tan mal, que en verdad necesitara ayuda. Ni siquiera pude levantarme de mi asiento, cuando ella entró con una escopeta en la mano y su rostro manchado por las lágrimas que había derramado al matar a cuarenta personas, entre profesores, compañeros que siempre se burlaron de ella y compañeros que la ignoraron.

Yo fui la victima cuarenta y uno.

Ella la cuarenta y dos.

Yo no tuve juicio y simplemente mi alma llegó y se instaló detrás de un escritorio.

Ya no tenía que velar por el bienestar de las personas, algo que en realidad nunca hice. Mi trabajo aquí en el infierno es elegir la manera de hacerles más miserable su eternidad a las almas en pena que no podrá trascender jamás.

Este trabajo en vida lo realicé por veinte años y era miserable… hoy lo haré por miles de años y ni siquiera podré soñar en cambiar de empleo. Será consejera por el resto de existencia, escuchando lamentarse a los demás, mientras yo en mi interior me lamentaré por la vida que llevé y no aproveché. 



jueves, 11 de junio de 2015

¡Es Ella! by Felin


¡Es Ella!

por Felin

—No sé cómo es que dejé que me convenciera mi hermano que lo cubriera el día de hoy —me recriminó a mí mismo al tiempo que golpeo el volante ante la desesperación de tener casi una hora atrapado en el tráfico y no hemos avanzado más que un par de metros en este tiempo.

La resaca corre por mi cuerpo sin compasión haciendo que a cada segundo me arrepienta de haber salido de la cama y peor aún de venir a trabajar el taxi de mi hermano. Como cada viernes desde hace unos meses acudo a un bar y bebo unas copas mientras espero.

Pero su casi suplica de que tenía que sacar el dinero para pagar el seguro, la mensualidad y algo de la universidad es que no tuve más remedio que acceder. Nunca ha permitido que mis padres corran con sus gastos desde que pudo valerse por él mismo y recuerdo que a los once años iba al supermercado a ganarse unos cuantos dólares ayudando a empacar los víveres de los clientes por horas mientras yo a esa edad me la pasaba jugando con los amigos o estudiando. Tampoco es que sea un desobligado bueno para nada, pero ya que mis padres me dieron —y a Alessandro también aunque lo rechace— el apoyo económico para poder terminar los estudios sin necesidad de trabajar, hoy como buen hermano mayor, no me queda otra que apoyarlo yo. No acepta mi dinero, pero si unas horas de trabajo.

Me chantajeó con «amas conducir y no tienes nada mejor que hacer», y puso esa mirada de cachorro perdido que conteniendo una carcajada le pedí las llaves y heme aquí, atrapado en el trafico un sábado por la tarde.

Durante las cuatro horas que llevo sentado aquí he escuchado la música de mi teléfono, pero como estoy a punto de empezar a repetir el repertorio que tengo lo apago y enciendo la radio buscando alguna estación de música en inglés, que es la que normalmente escucho, mientras recorro las frecuencias alcanzó a reconocer la voz de Enrique Iglesias, y no puedo evitarlo, sonrió al recordar esos cálidos, sexys y carnosos labios que me besaron en aquel bar al que me arrastró mi hermano por su cumpleaños hace ya casi tres meses.

Me tomó desprevenido, me había acercado a la barra para pedir la siguiente ronda, cuando de repente sentí que alguien me saludaba en mi oído en un susurro que hizo correr una serie de chispas eléctricas por todo mi cuerpo y tan solo me di media vuelta para ver la dueña de esa voz que había provocado en mí una cadena de reacciones inesperadas cuando se acercó a mí y me robó el aliento con un beso lento, largo, profundo donde pude saborearla sin detenerme a pensar en lo que estaba haciendo, y un segundo me atreví a abrir los ojos para ver que ella a pesar de tener cerrados sus ojos, sé que estaba sonriendo y disfrutándolo. No sé el tiempo que pasó, aunque me fue insuficiente, cuando se separó de mi yo lo único que deseaba era atraerla hacia mí y continuar con lo que ella había empezado.

—Por hoy es suficiente —me dijo con una amplia sonrisa en sus labios y pude ver sus ojos negros profundos que sonreían también viéndome fijamente—. La siguiente vez tú puedes dar el primer paso.

Y sin más se alejó de mí riendo hacia sus amigas.

En ese momento comprendí que había sido una apuesta o juego que tenía con las otras chicas. Pero en mis labios, en mi mente se había grabado cada rasgo de su rostro, su olor y su sabor. Sabía que sería casi una misión imposible volver a verla en alguna otra ocasión. Y siempre que escuchaba a Enrique Iglesias cantar me la recordaba, ya que cuando sus labios se unieron a los míos estaba una canción de él en el fondo. Y esta ocasión no había sido la diferencia, regresé mi camino hasta que encontré la estación donde estaba sonando Héroe de Enrique Iglesias y sin poder evitarlo cierro los ojos mientras toco ligeramente mis labios. Ya sé que si alguien me viera haciendo esto me verían con ojos de «que gay eres», pero no puedo evitarlo. Tengo así tres meses. Y estando solo en el tráfico, a menos que mi vecino de carril me esté observando durante los treinta segundos que hago esto, nadie tiene que saberlo.

Después de la que pareció una eternidad y dispuesto a hacerle trampa a mi hermano y darle dinero de mi bolsillo diciendo que fue lo que saque después de horas trabajando su taxi, una vez que salí del embotellamiento comienzo a tomar camino a casa, no sé si ya esté Alex o aun no, pero no me molesta darle dinero para ayudarle un poco. ¿No dicen que ojos que no ven corazón que no siente?
Una pareja me hace la parada, solo espero que no me alejen de mi destino, y decido detenerme y llevarlos.

El chico se desvive por la chica, con sus comentarios y por la forma en que la trata. Me llama la atención que ella solo mueva la cabeza o contesta con susurros pocos audibles con monosílabos y vea la calle en lugar de su acompañante. Parece aburrida. No es que yo me sienta Brad Pitt pero me parece que su amabilidad excesiva es para compensar un poco su… mierda me hace daño tener tantas hermanas en casa que lo de «gay» —sin ofender— me hace parecer chica haciendo estas observaciones. Los hombres somos, hombres, no somos ni guapos ni feos, somos masculinos. Así de sencillo.

—Jules —dice ella con desgano— me duele la cabeza, ¿podemos dejarlo para otro día?

—Entonces, ¿te llevo a tu casa? —Dice en voz de derrota—. Lamento que mi auto se descompusiera, sé que esto afectó lo que…

—Ya habrá más oportunidades —dice la chica con poco animo sin siquiera voltear a verlo.

—¿E-En serio? —Él le pregunta con una nota de alegría en su voz.

—Nos puedes dejar en el siguiente semáforo, por favor —habla dirigiéndose hacia a mí y la observo por el espejo retrovisor. Mi corazón se detiene al ver esos ojos negros que me están observando también.

Es ella.

La que no he dejado de soñar por tres meses.

—Creí que… —se escucha un temblor en la voz de él— que querías ir a casa para descansar y…

—Tengo que hacer unas compras. Ya no estoy tan lejos de mi casa —hace hincapié en «mi»— y tu podrás ir al taller a ver lo de tu auto.

—¿Estás segura? Porque podría… —y al no tener contestación de ella después de una pausa, continua— podría acompañarte a hacer lo que tengas que hacer y después llevarte a…

Detengo el auto y ella se dirige de nuevo a mí sin mirarme esta ocasión.

—¿Cuánto te debemos?

Esa era la señal que se alejaría y no solo de mí, él también se ve preocupado como yo.

Se bajan los dos y a mí no me queda otra que volver a arrancar. Pero no me pienso rendir tan fácil, así que me estaciono unos metros adelante viéndolos por el espejo retrovisor para saber en qué momento puedo entrar en acción.

Ella se ve incomoda a la distancia y cuando él se acerca a darle un beso en los labios ella se voltea en el último segundo esquivándolo, después se dan la mano y ella comienza a caminar alejándose de él. Él da unos pasos detrás de ella y después desiste.

Ella da vuelta en la esquina y tardo en reaccionar, salgo lo más deprisa que puedo y cuando llegó al punto donde dejé de verla me maldigo porque no la puedo encontrar. Recorro unos metros de la calle buscando por ambos lados si está ahí. No sé si ha entrado a alguno de los negocios o algún edificio, buscarla así es casi una pérdida de tiempo. No pasó tanto tiempo como para perderla de nuevo, es como si se me escondiera a propósito, pero dudo que me haya reconocido. Regreso derrotado al auto decidiendo que hacer si dar vueltas por la zona para ver si la veo de nuevo o marcharme creyendo que había sido un espejismo lo que había visto.

No puedo creer lo imbécil que fui. Debí saludarla. Debí decirle algo. No debí alejarme de donde se bajaron. Debí de… puede hacer muchas cosas y no hice nada.

No puedo creerlo.

Esto simplemente es imposible.

Ella…

Abro la puerta del taxi y está ahí sentada en el asiento del pasajero.

—Creí que quedamos que la siguiente vez te tocaba dar el primer paso a ti. —Me dice sonriendo al tiempo que voltea a verme—. Pero al ver que no lo hacías, tuve que hacerlo yo de nuevo.

—Pero, si t-tu —no tengo palabras, me ha sorprendido. No sé en qué momento ella llegó aquí sin que la viera.

—Mientras corrías supongo que detrás de mí, ni siquiera te diste cuenta que pasaste a mi lado. Y por lo mismo me imagino que no te preocupo ponerle seguro al taxi. ¿Acaso no sabes que alguien te lo podría robar? —sigo absorto en su mirada y no se me ocurre que contestarle— Créeme si supiera encenderlo sin llaves y claro, si tuviera la necesidad podría habérmelo…

Como lo hizo ella hace tres meses, le robé el aliento pero con un beso hambriento, desesperado y húmedo. Tengo que reconocerlo, no ha sido el mejor beso que he robado, pero sin duda es el que más he disfrutado. Un par de minutos después sigo sin creer que esto está sucediendo.

—Creí que…

—No creas que me la paso besando a todo mundo —sonríe— me parece que todavía estoy como para elegir. Esa noche tuve que provocar a mis amigas para que creyeran que ellas habían decidido y me habían retado.

—¿Y tú chico?

—Una cita a ciegas —se sacude con un escalofrío— no preguntes, una tarde de aburrición que terminó con la peor cita de mi vida y… —me toma de la mano para salir del taxi y ponerse frente a mí— ya era tarde para echarme para atrás pero fue una bendición que el motor muriera y cuando te vi, no podía creerlo.

—¿Una tarde aburrida? —Y yo estoy aquí como un imbécil, haciendo preguntas idiotas.

—Los chats te entretienen y cuando te das cuenta ya has dicho sí. —No puedo dejar de verla— No me veas con esa cara. Desde hace tres meses que rechazo las citas normales y salgo con… «especímenes» en vías de extinción para autocastigarme por irme lejos del chico al que le robé el mejor beso que me han dado en mi vida y tiene los ojos más…

No dejo que termine.

No estoy dispuesto a perder el tiempo otra vez.

Y le doy el beso más largo, lento y profundo que mis nervios y desesperación me permiten, sellando nuestros labios juntos, haciendo honor a ese primer beso. Mientras la tomo de la cintura y la acerco a mí el beso se va haciendo más rudo, y fuerte. En mi cabeza no deja de dar vueltas sus palabras de que estos tres meses ella no ha dejado de pensar en mí.

Probablemente sea precipitado. Pero creo que es hora de que le pida a la abuela ese anillo que me ha ofrecido durante años.

He encontrado a la dueña perfecta para que lo porte en su mano.






sábado, 3 de enero de 2015

Amor Eterno by Felin (One Shot)


Amor Eterno


by Felin

Desde que recuerdo siempre fui un poco Grinch y las fiestas de fin de año solo las celebré porque en casa lo hacían, si decoraba el árbol era por mamá que le entusiasmaba poner la casa algo así como un bazar navideño y sé que para ella era importante, desde el primer día del mes sacaba cajas y cajas del desván y pasaba días armando el menú, todo esto la hacía teniendo como música de fondo villancicos.

A la edad de doce años lo intenté por primera vez, solo fueron me hice algunos rasguños en la piel y me provoque una gastritis fuerte y una alergia. En casa no entendía porque la había hecho, porque lo había intentado… y lo único que se les ocurrió fue ignorar el tema y hacer al año siguiente como si nada hubiera pasado, mis tres hermanos más pequeños me preguntaron porque lo había hecho. Dios eran unos niños y estaban más preocupados que mis padres.

Pasaron tres navidades antes que lo volviera intentar, lo único que conseguí esa vez, fue que en lugar de que abrieran los regalos en casa en pijama, lo hicieron en el hospital, junto a mi cama. Mis padres pidieron permiso y el almuerzo de Navidad lo hicimos ahí, en ese frio hospital, celebrando y abriendo los regalos. Cuando nos quedamos solas, mi madre me preguntó porque lo había hecho, no supe que decirle, simplemente que me sentía triste.

Lo curioso es que durante el año era “normal” pero empezaba diciembre y todo cambiaba. Yo cambiaba.

Así continuaron los años. En casa celebrando a lo grande esas fechas, mientras yo me tragaba mis lágrimas en silencio.

Estando ya en la universidad, mi mejor amiga me convenció que fuéramos a ver una bruja para que nos leyera la suerte. Y una vez que salí de ahí fue peor, y aunque la razón me gritara que eran puras tonterías, algo dentro de mí me decía que algo había de cierto en sus palabras.

Me dijo que yo era un alma vieja que llevaba casi mil años viviendo una y otra vez buscando mi otra mitad, esa que me fue arrancada salvajemente cuando me marcaron diciendo que era una bruja y mi ejecución la hicieron una mañana del veinticinco de diciembre. Y él consumido de dolor y odio había hecho un pacto con el diablo. Que durante todos estos años él ha vagado en el mundo vengando mi muerte y tratando de encontrarme, y cuando estaba a punto de hacerlo mi vida terminaba inesperadamente siempre un veinticinco de diciembre. Según por eso mi alma se pone melancólica al reconocer la época y ya caí en depresión.

Mi amiga salió riendo de ese lugar diciendo que habíamos perdido el tiempo. Pasaron meses antes de que empezara a tener sueños extraños. Donde era yo la protagonista, aunque no me reconocía, él era siempre el mismo… siempre en lugares extraños y siempre terminábamos separados.

De ahí fue que en todos los chicos le ponía ese bello rostro que me acompañaba y perseguía en mis sueños, incluso con los ojos cerrados lo reconocería.

El diciembre que cumplía veintiocho años, la maldición llegó a mí… estábamos a tan solo unos días de Navidad y saliendo del trabajo, yendo de camino a casa de mis padres para cenar con ellos como cada miércoles, mi automóvil estaba en el taller, y el transporte público se descompuso a tan solo a unas calles de mi destino, por lo cual inocentemente no creí que pasara nada malo, tan solo había avanzado un par de calles cuando sentí que algo o alguien me seguía, nunca distinguí nada cuando miraba sobre mi hombro. Pero ahora estoy segura que “eso” de alguna manera hizo que entrara a ese bar sucio y maloliente, ya que de otra manera no lo hubiera hecho.

Me senté en una mesa escondida entre las sombras y pedí una cerveza, no tardo mucho antes de que se sentara a mi lado, me sonrió y con un acento extraño me dijo, o eso entendí: “Ha pasado tanto tiempo y es tu hora”. Después no recuerdo mucho, solo sentí su aliento gélido en mi cuello antes de que todo se pusiera negro.

En realidad no sé cuánto tiempo pasó antes de que recuperara la conciencia en un hotelucho, cansada, maltrecha, harapienta y hambrienta.

Salí dando tropiezos de motel, no estaba muy segura de donde estaba, ni la hora ni el día en que estábamos, lo único que deseaba era llegar a casa. No tenía mi bolso, por lo cual  ni dinero ni me celular… caminé entre las calles hasta que reconociera algo y saber qué hacer, qué camino tomar.

Era Nochebuena, lo que significaba que he estado fuera por una semana, por la oscuridad del cielo supongo que ya está la noche muy avanzada. Mi familia estará preocupada por mí. En mi camino no encuentro a nadie, las calles están vacías, por lo que imagino que estarán sentados en la mesa celebrando y cenando y por primera vez deseo estar en Navidad en casa celebrando.

Después de lo que fue una eternidad llegue a la calle donde viven mis padres, me llamó la atención que frente al pórtico había un chico viendo el interior de la casa con curiosidad desde la ventana. Me acercó con a él decidida, suficiente hemos sufrido estos días como para que nos quieran asaltar o algo así. Estoy a unos pasos de él y su aroma me llena, no puedo evitarlo y me abalanzo contra él sin darle tiempo a reaccionar, su dulce néctar me llena avivando cada uno de mis sentidos, es exquisito el sentimiento, la sensación de beber de él, todo lo hice por instinto y cuando me di cuenta, su cuerpo lánguido se resbala de mis manos.

Me espanto de mi misma, y con cuidado lo deposito en el suelo, cuando le veo el rostro, el horror crece en mí. Esto no me puede estar pasando, es él… el que está en mis sueños…


*****

Después de lo sucedido no pude entrar a casa, dejé que con el tiempo me dieran por muerta, temía hacerle daño a mi familia.

Han pasado demasiados años, que ya he perdido la cuenta, al igual que de los asesinatos que he cometido.

Buscando información y no sé si es la correcta o no: lo único que me puede destruir es alguien como yo. Y mientras sobrevivo con el dolor de haber perdido a mí otra mitad, el cual supongo que era como yo, al cual destruí con el regalo que me hicieron, y que ahora es mi maldición.

Hace ya muchas navidades que mi familia, a la que conocía se ha marchado, nunca más me acerque a ellos de nuevo, solo los acompañé en sus despedidas.

Mayormente mi tiempo lo ocupo buscando a alguien que me destruya y mientras esto sucede en cada rostro, en cada alma con la que me cruzo trato de encontrarlo a él, de reconocerlo… para intentar tener esa segunda oportunidad. Aun no pierdo la esperanza que él haya reencarnado. El me buscó por demasiado tiempo y yo haré lo mismo.

No sé qué ocurra primero, que lo encuentre a él o que alguien me destruya. Lo único que sé es que Navidad sigue siendo la fecha más triste para mí.







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