Amor Eterno
by Felin
Desde que recuerdo
siempre fui un poco Grinch y las fiestas de fin de año solo las celebré porque
en casa lo hacían, si decoraba el árbol era por mamá que le entusiasmaba poner
la casa algo así como un bazar navideño y sé que para ella era importante,
desde el primer día del mes sacaba cajas y cajas del desván y pasaba días
armando el menú, todo esto la hacía teniendo como música de fondo villancicos.
A la edad de doce años
lo intenté por primera vez, solo fueron me hice algunos rasguños en la piel y
me provoque una gastritis fuerte y una alergia. En casa no entendía porque la había
hecho, porque lo había intentado… y lo único que se les ocurrió fue ignorar el
tema y hacer al año siguiente como si nada hubiera pasado, mis tres hermanos
más pequeños me preguntaron porque lo había hecho. Dios eran unos niños y
estaban más preocupados que mis padres.
Pasaron tres navidades
antes que lo volviera intentar, lo único que conseguí esa vez, fue que en lugar
de que abrieran los regalos en casa en pijama, lo hicieron en el hospital,
junto a mi cama. Mis padres pidieron permiso y el almuerzo de Navidad lo
hicimos ahí, en ese frio hospital, celebrando y abriendo los regalos. Cuando nos
quedamos solas, mi madre me preguntó porque lo había hecho, no supe que
decirle, simplemente que me sentía triste.
Lo curioso es que
durante el año era “normal” pero empezaba diciembre y todo cambiaba. Yo cambiaba.
Así continuaron los
años. En casa celebrando a lo grande esas fechas, mientras yo me tragaba mis lágrimas
en silencio.
Estando ya en la
universidad, mi mejor amiga me convenció que fuéramos a ver una bruja para que
nos leyera la suerte. Y una vez que salí de ahí fue peor, y aunque la razón me
gritara que eran puras tonterías, algo dentro de mí me decía que algo había de
cierto en sus palabras.
Me dijo que yo era un
alma vieja que llevaba casi mil años viviendo una y otra vez buscando mi otra
mitad, esa que me fue arrancada salvajemente cuando me marcaron diciendo que
era una bruja y mi ejecución la hicieron una mañana del veinticinco de
diciembre. Y él consumido de dolor y odio había hecho un pacto con el diablo. Que
durante todos estos años él ha vagado en el mundo vengando mi muerte y tratando
de encontrarme, y cuando estaba a punto de hacerlo mi vida terminaba
inesperadamente siempre un veinticinco de diciembre. Según por eso mi alma se
pone melancólica al reconocer la época y ya caí en depresión.
Mi amiga salió riendo
de ese lugar diciendo que habíamos perdido el tiempo. Pasaron meses antes de
que empezara a tener sueños extraños. Donde era yo la protagonista, aunque no
me reconocía, él era siempre el mismo… siempre en lugares extraños y siempre terminábamos
separados.
De ahí fue que en
todos los chicos le ponía ese bello rostro que me acompañaba y perseguía en mis
sueños, incluso con los ojos cerrados lo reconocería.
El diciembre que
cumplía veintiocho años, la maldición llegó a mí… estábamos a tan solo unos
días de Navidad y saliendo del trabajo, yendo de camino a casa de mis padres
para cenar con ellos como cada miércoles, mi automóvil estaba en el taller, y
el transporte público se descompuso a tan solo a unas calles de mi destino, por
lo cual inocentemente no creí que pasara nada malo, tan solo había avanzado un
par de calles cuando sentí que algo o alguien me seguía, nunca distinguí nada cuando
miraba sobre mi hombro. Pero ahora estoy segura que “eso” de alguna manera hizo
que entrara a ese bar sucio y maloliente, ya que de otra manera no lo hubiera
hecho.
Me senté en una mesa
escondida entre las sombras y pedí una cerveza, no tardo mucho antes de que se
sentara a mi lado, me sonrió y con un acento extraño me dijo, o eso entendí: “Ha
pasado tanto tiempo y es tu hora”. Después no recuerdo mucho, solo sentí su
aliento gélido en mi cuello antes de que todo se pusiera negro.
En realidad no sé cuánto
tiempo pasó antes de que recuperara la conciencia en un hotelucho, cansada,
maltrecha, harapienta y hambrienta.
Salí dando tropiezos
de motel, no estaba muy segura de donde estaba, ni la hora ni el día en que estábamos,
lo único que deseaba era llegar a casa. No tenía mi bolso, por lo cual ni dinero ni me celular… caminé entre las
calles hasta que reconociera algo y saber qué hacer, qué camino tomar.
Era Nochebuena, lo que
significaba que he estado fuera por una semana, por la oscuridad del cielo supongo
que ya está la noche muy avanzada. Mi familia estará preocupada por mí. En mi
camino no encuentro a nadie, las calles están vacías, por lo que imagino que estarán
sentados en la mesa celebrando y cenando y por primera vez deseo estar en
Navidad en casa celebrando.
Después de lo que fue
una eternidad llegue a la calle donde viven mis padres, me llamó la atención que
frente al pórtico había un chico viendo el interior de la casa con curiosidad
desde la ventana. Me acercó con a él decidida, suficiente hemos sufrido estos
días como para que nos quieran asaltar o algo así. Estoy a unos pasos de él y
su aroma me llena, no puedo evitarlo y me abalanzo contra él sin darle tiempo a
reaccionar, su dulce néctar me llena avivando cada uno de mis sentidos, es
exquisito el sentimiento, la sensación de beber de él, todo lo hice por instinto
y cuando me di cuenta, su cuerpo lánguido se resbala de mis manos.
Me espanto de mi
misma, y con cuidado lo deposito en el suelo, cuando le veo el rostro, el
horror crece en mí. Esto no me puede estar pasando, es él… el que está en mis
sueños…
*****
Después de lo sucedido
no pude entrar a casa, dejé que con el tiempo me dieran por muerta, temía
hacerle daño a mi familia.
Han pasado demasiados
años, que ya he perdido la cuenta, al igual que de los asesinatos que he
cometido.
Buscando información y
no sé si es la correcta o no: lo único que me puede destruir es alguien como yo.
Y mientras sobrevivo con el dolor de haber perdido a mí otra mitad, el cual
supongo que era como yo, al cual destruí con el regalo que me hicieron, y que ahora
es mi maldición.
Hace ya muchas
navidades que mi familia, a la que conocía se ha marchado, nunca más me acerque
a ellos de nuevo, solo los acompañé en sus despedidas.
Mayormente mi tiempo
lo ocupo buscando a alguien que me destruya y mientras esto sucede en cada
rostro, en cada alma con la que me cruzo trato de encontrarlo a él, de
reconocerlo… para intentar tener esa segunda oportunidad. Aun no pierdo la
esperanza que él haya reencarnado. El me buscó por demasiado tiempo y yo haré
lo mismo.
No sé qué ocurra
primero, que lo encuentre a él o que alguien me destruya. Lo único que sé es
que Navidad sigue siendo la fecha más triste para mí.
La mayoría, no a otra persona que se convierte en una barrera para ganar, pero por sí solo no están dispuestos a ser el ganador.
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