jueves, 9 de diciembre de 2010

Capítulo 12 de Amar... Te Duele " Nuevo En La Ciudad"


Amar...Te Duele
Capítulo 12  "Nuevo en la Ciudad"



(Iker)



Me encuentro en mi habitación, revisando no olvidar nada. Estoy tan acostumbrado a mudarnos tan seguido que el revisar lo hago mecánicamente. Es una plasta tener que mudarnos tan seguido a causa del trabajo de mi padre. Pero como familia debemos estar siempre unidos. Bueno eso dice mi madre siempre que estoy dispuesto a iniciar un nuevo debate sobre el ¿Porque nuevamente?.

En mis escasos dieciséis años nos hemos mudado un total de ocho veces. Casi cada dos años nos mudamos. En países y ciudades diferentes. Odio el sol, el calor. Así que la nueva ciudad tiene muy mala pinta. Es cerca de la playa. Ojala la estancia aquí sea menor, que en las demás.

¡Hijo! —escucho a mi madre hablándome —¿Iker? ¿Estás listo? Recuerda que el avión sale en unas horas. Tenemos que estar ya en el aeropuerto.

Bajo en dos minutos —contesto mientras reviso los últimos cajones.

A parte de un viaje largo. Tengo que dejar está ciudad que encanta. Voy a extrañar Canadá. Los bosques y los lagos de Alberta. Y todo por ir a la playa. Donde no conozco a nadie.

Por fin me reúno con mi padres que me estén esperando en la puerta de la casa. Viendo por última vez la casa que fue mi hogar mis últimos dos años. Partimos inmediatamente. al aeropuerto.

Horas después llegamos del viaje largo. En cuanto bajamos del avión lo primero que sentí fue un calor insoportable y eso que ya comenzaba a obscurecer. Para no hacer sentir más mal a mi padres sobre la mudanza no dije nada al respecto.

Al tener un cargo importante mi padre. La zona donde viviremos los siguientes años estaba en la zona residencial de la pequeña ciudad. Estábamos a nada de playa. La casa es grande, con piscina y vista al mar. Pero a pesar de la vista que teníamos. Yo ya añoraba mi viejo hogar.

Para que tuviera tiempo de ambientarme a mi nuevo hogar; mis padres habían decido que los días que restaban de la semana los pasara en la casa y conociendo la zona. Hasta el próximo lunes iría a la nueva escuela. Eso me dejaba de tiempo libre cinco largos días.


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Es lunes en la mañana. Me padre antes de ir al trabajo me acompañó al colegio que era enorme y de niños “nice”. Me acompañó hasta la oficina de orientación y me dejo a cargo de la señorita Salazar.

¡Buenos días! ¿Señorita, Salazar? —pregunta mi padre al entrar a la oficina.

¡Buenos días! —contesta la mujer detrás del escritorio. —¿Quién la busca?

Soy el señor Du Mont, hace unos días hable, con respecto al ingreso de mi hijo. —contesta formalmente mi padre.

Permitame un momento —se levanta y camina hacía una de las puertas que había enfrente —Si gustan pasar por favor —nos indica en la entrada de una de éstas.

Entramos y nos encontramos a la señorita Salazar detrás de un escritorio. En cuanto nos ve, se levanta y acude a nuestro encuentro.

¡Buenos días! señor Du Mont, los esperábamos —saluda observándonos detenidamente. —Cómo sabrá es raro que a estas alturas del curso, aceptemos a nuevos alumnos en la institución. Pero dadas las condiciones es un gusto recibir a Iker aquí —comenta con una sonrisa.

Gracias y ¡Bueno días! —contesta mi padre —¿es necesaria mi presencia? —pregunta.

¡Oh!, no se preocupe, si tiene que partir, yo me haré cargo de enseñarle lo básico a su hijo, así que se puede marchar tranquilamente, no se preocupe.

Mi padre se despide cortésmente y me deja en la oficina.

Bueno Iker, después de tantas mudanzas, creo que ya estas familiarizado con el procedimiento ¿no? —pregunta.

Yo respondo con un movimiento de cabeza.

Entonces, para que no llegues tarde a tu primera clase —dice mientras me entrega unos papeles. —aquí está el reglamento del instituto, tu horario de clases con los respectivos salones a los que tienes que acudir —y me da unas cartas —cada una de estas, se las tendrás que entregar a cada profesor que veas. Ahí se explica tu situación. ¿Alguna duda? —me pregunta.

Yo nuevamente no respondo solo niego con la cabeza.

Bueno, veo que eres de pocas palabras, ya te acostumbraras al nuevo cambio. Será mejor que acudas al edificio E en el tercer piso buscas el aula numero 18. y ahí es donde es tu primera asignatura. —me dice mientras se levanta y me acompaña afuera del la oficina. —el edificio E es el que esta bajando de aquí a mano derecha. Es el primero que veas. No dudes acudir a mi si tienes dudas o algún problema —termina diciendo e indicándome con la mano que partiera de ahí.

Bajo con poco ánimo de las oficinas. Busque enseguida el edificio que me indicó y buscó el aula. Cuando llegué la puerta, estaba abierta. Vi que el profesor ya se encontraba en su lugar. Dando indicaciones a sus alumnos. Me acerque a a la entrada.

¡Perdón! ¿Está es la clase de historia de tercero y usted es el profesor Bustamente? — pregunto.

Así es jovencito y ¿Usted es..? —responde el profesor Bustamante quitándose sus lentes.

Soy nuevo en el colegio, mi nombre es Iker Du Mont, y la señorita Salazar, me dio esta nota para usted y me dijo que me presentara en este grupo — entro al salón y le entrego la primera carta.

La toma inmediatamente y comienza a leer. No tenía ni humor de conocer a mis nuevos compañeros y quizás futuros amigos. Solo comienzo a escuchar como empiezan hablar todos. Siento que me observan.

¡Silencio Jovenes!, ¿Están en el mercado o en un salón de enseñanza? —Alza la voz el profesor Bustamante —Veo que tienen muchas ganas de hablar, ¡así que no se preocupen, que me lo van a demostrar, en algunos minutos! — Con eso puso punto final a los murmullos.

Me imagino que es un profesor al que haya que temerle; ya que el salón se a quedado casi en completo silencio. Aunque siento que me observan aún no tengo ánimos de verles la cara.

Bueno es raro que acepten a nuevos alumnos a esta altura del curso, pero bien, aquí explican perfectamente su situación —comenta el profesor viéndome — mmmmh... —dijo pensando —tome asiento en la tercera fila en la banca numero cuatro, su nueva compañera de a lado le ayudará en lo que necesite, ¿no es así señorita Betancourt? — lo dice, dirigiéndose a una chica.

Cuando alzo la vista para ver cual es el asiento que me asigno. Veo a la chica más hermosa. Hace mucho no me impresionaba así alguien. Aunque se que todos me observan a la única que puedo observar es a esa chica rubia de ojo claros.

¡Hola! —la saludo con una leve sonrisa. Cuando llego a mi lugar.

Ella no responde. Me devuelve la sonrisa. Aunque se ve un poco forzada. Tiene una sonrisa hermosa.

Señorita Betancourt, sino me equivoco tiene las mismas clases que usted. Bueno eso dice la nota; así que le pediré, que el día de hoy no se le despegue ni un segundo a su compañero, y quizá sera necesario que un par de días lo ayude. —le dice el profesor, mientras yo tomo asiento.

Claro profesor, no hay problema — contesta con una dulce sonrisa.

Aunque no me atrevía a acercarme mucho a ella y a sus tres amigas. Todo el día estuve a unos pasos de distancia de ella. Bueno de ellas. Aunque solo la observaba a ella.

Por fin termino el día. Cuando nos dirigimos a a la salida puede ver que el chofer ya estaba esperándome. Así que me acerque a ella.

Jazzlyn, muchas gracias por tu ayuda —le digo. —Espero no haberte molestado mucho, sí es así, no te preocupes, ya mañana veré, como le hago; pero si no es mucho pedir, me gustaría que en los siguientes días me permitas estar junto a ti... eh mmmh, — digo un poco apenado — digo para que que me enseñes la escuela, los profesores y si se puede me ayudes un poco ponerme al corriente con las materias.

¿Qué?, mmmm, ¡Ah!, ok, pues nos vemos mañana —me contesta un poco triste.

Hasta mañana hermosa — respondo —¡Que tengas una linda tarde! —me acerco y le doy un beso en la mejilla. —Hasta mañana chicas —me despido de sus amigas , sin siquiera voltear a verlas.

Subo al auto. Y voy en camino a casa.

¡Hola amor! —saluda mi madre al verme —¿Qué tal tu nuevo colegio? —pregunta interesada.

Creo que no esta tan mal como creí —contesto con una pequeña sonrisa. —¡Enana! ¿que hiciste el día de hoy? —le pregunto a mi hermana menor.

Mal — responde haciendo pucheros. —¡No son muy amables por aquí! —sigue haciendo pucheros —un niño me molesto todo el día.

¿Cómo que te molesto? —le pregunto —Te dijo algo que te ofendiera.

¡Sí. Todo el día se la paso burlándose de mis pecas —seguía haciendo pucheros.

¡Pero si tus pecas son hermosas! —le digo mientras, me acerco a ella, la cargo y la lleno de besos.

Me dijo que parecía que la cara la tenía llena de moscas — decía mientras se cubría el rostro.

¿Eso te dijo? —contesto tratando de contener la risa —Pues si son moscas. Son hermosas como tú —le respondo mientras le doy más besos —Y ¿cómo se llama el niño?

¡Arturo! —me dice haciendo más pucheros.

Bueno si te sigue diciendo cosas. Hablare con él. ¿ok? —le digo mientras le doy un último beso y la bajo.


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Cómo el día anterior. Todo el día estuve detrás de “Ojos Bonitos” y compañía. Y aunque casi no me dirigía la palabra; solo me daba algunas indicaciones. Ese profesor es...; aquel es el de música; este salón sirve para... si quieres evitar problemas no vayas ahí; cosas de ese estilo. Pero no me importaba. Esas palabras eran para mi. Sólo para mi.

Aunque, a pesar de que hacía mucho calor. Y más por la temporada del año que era. La escuela no era tan mala. Es más había encontrado que era lo más lindo que se hallaba aquí.

Cuando llego la hora de salida. Salí corriendo. Buscando al chofer. Esperando que mi madre me haya mandado lo que le pedí. Cuando llegue a él, Victor estaba afuera y en las manos traía mi encargo. Los tome y le dejé mi mochila.

Ahora regreso, no tardo —le grito mientras corro.

Las alcance, aunque ya habían avanzado un poco. Me detuve delante de ellas.

¡Se que con esto, no te puedo agradecer toda tu ayuda Jazz, pero no quiera dejar pasar el detalle! —le dije mientras le entregaba un arreglo de flores blancas y rojas, una caja de dulces y le daba un beso en la mejilla.

Antes que me contestara o me regresara lo que acaba de darle. Me di media vuelta y me aleje corriendo, como había llegado. Me hubiera encantado ver su reacción. Pero me dio miedo.

Mientras regreso al auto. Me doy cuenta que hay tipos raros en todas partes. Ya que el auto que esta junto a dónde deje a Victor. Cerró de un portazo su auto y está gritando dentro de él. Arranca rápidamente que no se da cuenta que estuvo a punto de arrollar a dos chicas de la escuela.

Muchos le empiezan a gritar, pero él no se detiene. Siguió su camino como si nada hubiera pasado.

En verdad creo que estaba muy molesto por algo. Bueno eso creo.

Subo al auto con una gran sonrisa.

Es hermosa la chica —me dice Victor mientras enciendo el motor.

¿Sí? —pregunto inocentemente —la verdad es que no he prestado mucha atención —contesto

Victor me ve por el espejo retrovisor. Creo que no ha creído en mis palabras. Ya que sonríe mientras me observa. Yo le devuelvo la sonrisa.

Bueno, quizas si me he dado cuenta —contesto tratando de disimular —pero los regalos no se los di, porque me gustara, se los entregue como agradecimiento a toda la ayuda que me ha dado estos días —contesto lo más natural posible.

Aunque lo que dije es una verdad a medias. Sólo la parte de que es por su ayuda. Si decidí darle esos pequeños obsequios; en parte es por la ayuda que me está dando y en parte porqué me tiene encantado. Por qué es la chica más hermosa que he visto en mucho tiempo.


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El día siguiente fue igual que el anterior. Teníamos las mismas clases. Así que todo el día andaba con ella. Al terminar las clases era el primero en salir. Llegaba con Victor; quien ya me esperaba con mis regalos. Me los entregaba y corría para alcanzarla.

El segundo día, bueno en realidad el tercer día que tenía de conocerla le entregue unas rosas naranjas y una caja de chocolates. Le daba las gracias. Le daba un pequeño beso y salía corriendo de ahí.

La verdad me daba pánico que me rechazara. Y como siempre que me alejaba de ellas. Escuchaba cómo sus amigas, le decían algo y empezaban a reírse. No me importaba si era por pena o por mi. Lo importante es que por segunda ocasión no me había rechazado.

Cuando estaba a punto de llegar al auto. Yo venia sonriendo. Y aunque quise parar, no puede hacerlo a tiempo.

El chico que ayer había visto molesto y que casi atropellaba a unas compañeras estaba ahí nuevamente. Cuando se dio la vuelta. Choque con él. El ser más grande que yo, tuvo consecuencias. Yo caí al suelo inmediatamente.

Cuando me vio. Vi que tenía mala cara. Algo tenía. Me dieron ganas de preguntarle si algo le sucedía. Pero no me atreví. Estaba triste. No era de mi incumbencia.

Disculpa no te vi. —me dice.

No te preocupes — le contesto y me le quedo observando unos instantes.

Y sigo caminando. A medio camino me alcanza Victor.

¿Está bien Niño Iker? —me pregunta.

Súper —contesto —y no me llames niño ¿quieres?, sólo dime Iker ¿ok? —le contesto.

Volteo a ver al chico. Veo que me está observando no entiendo por qué. Y la verdad no me preocupa. Lo que en verdad me preocupa es la gran tristeza que le vi en el rostro. Es cómo si acabara de perder a un ser querido. En verdad sentí pena por él. Por la tristeza que reflejaba.

Subimos al auto e íbamos ya de camino a casa.

¿Le gustaron los presentes a su amiga? —pregunta Victor.

Mmmh ¿Qué? —pregunto distraído.

¿Se siente Bien?

Sí. Bien, ¿Porque? —contesto prestándole más atención.

Lo veo raro, le preguntaba si a su compañera ¿le gustaron sus regalos?

Me imagino que sí. Eso espero. No le doy oportunidad de que me diga algo.

¿Por eso está así?

¿Así? Mmmh ¡ah! ¡no! —contesto —me quede preocupado por el chico con él que choque. Me dio; cómo pena.

¿Pena?

Sí, si hubieras visto si rostro. Tenía un gran dolor. Una gran tristeza. —contesto observando el camino.


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El jueves fue exactamente el mismo recorrido en el interior del colegio. A la salida corría al auto, y corría de regreso a su encuentro.

El cuarto día de conocerla. Le dio un ramo de flores lilas y una gatita de peluche. Cuando se los entregue junto con mi beso. Ella me tomó de la mano antes de que corriera y sin decirme nada me devolvió el beso. Sentí que la cara me ardía de pena.

No le puede decir nada. Sus amigas se me quedaron viendo. Salí corriendo como loco. La única diferencia es que ahora lo que escuche detrás de mi no fueron risas, eran carcajadas. Subí al auto y le pedía a Victor que nos fuéramos inmediatamente.

No se con que cara la voy a ver mañana viernes me muero de la vergüenza.


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Es viernes y es el primer día que no quiero ir al colegio. Solo de pensar que me vea y la vea a los ojos. Se qué no podré decir nada. Ayer salí corriendo como una niña espantada.

Por presión de mis padres, no encontré como zafarme de no ir. En un principio pensé que se iban a burlar de mi. Que harían algún comentario. O algo. Pero la verdad es que fue igual que siempre. Me ignoraron la mayor parte del tiempo.

A la hora de la salida me iría directo al auto y de ahí a la casa. Se me olvido decirle a mi madre que no comprara nada para el día de hoy. Cuando salimos. Lo primero que vi fue a Victor esperándome en la entrada . Con un arreglo de rosas rojas y una rana de peluche. Le hice la seña que se alejara de la entrada. El se negó.

Cuando llegue junto a él —Vámonos —le dije.

No —contesto firmemente —o se las entregas tú o lo hago a su nombre —me contestó —usted decide.

De mala gana. Para no hacer más ridículos. Tome la rana que era enorme y las flores y me acerque lentamente a ella.

¡Jazz! —le dije esperando que volteara.

Ella lo hizo. Cuando vió lo que tenía en las manos. Me sonrió. Una sonrisa sincera como nunca le había visto. Dejo a sus amigas atrás y se acerco a mi.

¡Están preciosas! —me dijo acercándose a olerlas —¡Me encantan! ¿Son para mi? —me pregunta con una sonrisa.

E-en v-verdad te g-gustan —pregunto titubeante.

Me encantan.

Se las entrego. —Quizás algún día se convierta en tu príncipe azul —le digo mientras le doy la rana.

Ella sonríe. Me da un beso en la mejilla.

¡Gracias! —me dice mientras veo como se aleja y llega con sus amigas.

No lo puedo creer. Sencillamente ahora lo sé. Mis regalos si le han gustado. Veo cómo se aleja. Cuando dejo de verla. Doy media vuelta y regreso al lado de Victor quien me ve sonriente. Con cara de triunfo.


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El fin de semana se me ha hecho eterno. Aparte de que no conozco a nadie. No puede hacer gran cosa. Me aburrí muchísimo. Por más que quería que pasaran rápido los días. Creo que estos se hacían eternos.

Ya a mi edad salir con mi hermana menor o mis padres. Es que la verdad ya no es divertido. Pero aun así a falta de amistades salí con ellos para conocer más la ciudad.

Por fin llego el lunes. La iba a ver nuevamente. Ese fue mi pensamiento todo el camino de casa al colegio. Ella es de las que normalmente llega temprano se me hizo raro no verla.

Llego el profesor Bustamante e inicio la clase.

Ella no estaba aquí. No lo entendía. No me atreví a preguntarle a sus amigas a que se debía su ausencia. La verdad es que con ellas no había tenido acercamientos.

Fue un día triste.


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Los siguientes días fue lo mismo. No había ido al colegio. No tenía noticias de ella.

Sus amigas, se encontraban raras. Preocupadas. Más que otros días. Ya no podía esperar. Tenia que saber. Tenia que tener noticias suyas. Creo que no es normal. Por supuesto no es normal.

En uno de los recesos me atreví a acercarme a sus amigas. Cuando me acerque; Bere que es la más cercana a ella estaba llorando. Las demás la estaban consolando. Eso me preocupo aún más.

Mmmh —trate de decir pero no se me ocurría como empezar.

¿Sí? —me volteo a ver despectivamente una de ellas.

Mmmh —no sabía como comenzar. —Ya no puedo —por fin dije —Estoy preocupado. Se que el que Jazz no este aquí. El ¿cómo se encuentran ustedes? —decía sin encontrar la pregunta correcta —¿Dónde está?, ¿Le pasó algo? ¿está bien? —solté. No puede contenerme.

Bueno si así fuera —contesta Marisol —Sí así fuera, es algo que no te importa ¿no crees? , no eres ni su amigo ¿porque tanto interés? —contesta de mala gana.

Quizás tengas razón, no es mi amiga aún. Es una compañera. Alguien que me ha ayudado. Y me preocupo. Si esto no basta para que...

N-no le hagas c-caso —contesta Bere —tratando de calmarse —Tienes razón. No está bien. Ella...

¿Qué le pasó? —grito desesperado.

Ella esta bien, dentro de lo que cabe. Si quieres verla esta en el hospital Ángeles ahí...

Sali corriendo de ahí. No me quede a escuchar lo que me decía después. Solo pensaba que ella me necesita. tenía que estar con ella. Hable por teléfono con mi madre para explicarle la situación. Para decirle que necesitaba su ayuda.

Mientras lo hacía subía desesperadamente a la oficina de la señorita Salazar. Entre sin tocar la puerta.

Pero qué educación es está —grito al verme.

E-es u-urgente —le dije mientras le entregaba mi celular.

Cinco minutos después salí corriendo de la oficina; con el permiso de salida. Subí al salón donde se encontraba mi mochila. Baje corriendo; y salía a la calle buscando un taxi. Subí en él.

Al hospital Ángeles —le dije al conductor.

Por supuesto —contesto.

Quizás al ver mi rostro. Se imagino que tenía una emergencia. A pesar de que no estaba tan cerca. Llegamos inmediatamente. Le pague y entré corriendo. A una enfermera le pregunte por terapia intensiva. Me indico donde se encontraba.

Aquí no se puede correr... —escuche que me decía.

Pero lo único que me importaba era llegar donde ella estaba. Llegue al lugar de los ascensores. Tardaban mucho. Así que decidí subir por las escaleras. Sería más fácil y menos angustiante.

Eran cinco pisos. Subí corriendo de dos en dos los escalones. Llegue sin aire en los pulmones. Me costaba trabajo respirar. No me importaba. Estaba cada ves más cerca de ella. Seguí corriendo por unos pasillos.

Llegue a la sala correspondiente entre buscándola. Ahí estaba. Hecha ovillo en uno de los sillones. Estaba sola.

¡Jazz! —le hablo —¿Jazz? —vuelvo a repetir.

No contesta. Decido acercarme a ella. La vi tan indefensa. Me senté a su lado y la abrace por la espalda. La abrace fuertemente por la espalda. Ella se voltea. Me ve un segundo sorprendida y me abraza. Comienza a llorar. Se me rompe el corazón de verla así. Lo único que puedo hacer es abrazarla más fuerte aún.

Me acabo de enterar. No sabes cómo..., si te puedo ayudar en algo.. en lo que sea aquí estoy —le decía mientras nos fundíamos en un abrazo.

Ella continuaba llorando desconsoladamente. Jamas creí verla en una situación así. Me duele verla sufrir. Siento como tiembla entre mis brazos.

Decido abrazarla más tiernamente, no tan fuerte cómo al principio. No quiero incomodarla. Ella se acomoda entre mis brazos. Le doy un beso en la frente. Y la abrazo. Lo más cerca a mí.

En un susurro me dice —¡Gracias! — me parte verla así.

No me salen palabras. En lugar de contestarle con palabras le doy un segundo beso en la frente.

Sigo sintiendo como tiembla bajo mis brazos. Pero a la vez siento que se comienza a tranquilizar poco a poco. Sus sollozos cada vez son menores.

Cuando me doy cuenta el cansancio la ha vencido, esta cansada. Ahora duerme tranquilamente entre mis brazos. Me quedé inmóvil. No quiero moverme. No quería que se despertara.

Cómo 10 minutos después; veo que se acercan dos adultos. Se dirigen a donde nos encontramos. Me imagino que son sus padres. Cuando llegan a un lado mi. Antes que digan algo, decido hablar primero.

¡Está dormida! —les digo cuando se acercan para hablarle.

Es bueno saber, que tiene buenos amigos —dice su padre —Ella es mi esposa Evangelina, y yo soy Arturo Betancourt —dice mientras estira la mano.

Yo con cuidado de no moverla mucho contesto el saludo.

¡Mucho gusto señores Betancourt! —les doy la mano —Soy Iker Du Mont compañero de Jazzlyn en el colegio.

Mmmh ¿Iker? —dice su madre. —Eres el chico que le ha hecho unos regalos últimamente ¿no?

Sí. En agradecimiento por su ayuda —contesto tímidamente.

Lo sé —contesta con una pequeña sonrisa en los labios.

Ha hablado de mi en su casa. —pienso alegremente. —piensa en mi —sonrío.

Sus padres toman asiento enfrente de mi y nos observan.

¿Sabes hijo? —me dice su padre —Eres buen chico. Estás aquí con mi princesa. Cuando más apoyo necesita —me dice viéndome a los ojos —¡Gracias!.

No tiene porque —respondo —se me hubiera enterado antes...

Lo importante es que estás aquí —dice su esposa.

Sonrío. Y ahora observo como duerme. Se ve tan tranquila. He dejado de sufrir aunque sea sólo por unos momentos.

Y es en mis brazos.

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